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Se llevaron las boletas, pero no nuestra ilusión

El domingo 6 de noviembre al final de la tarde, como muchos de mis vecinos de infancia, me acerqué con mi madre al Centro de Votación (501) donde he ejercido mi derecho ciudadano desde que puedo hacerlo.

Llegamos porque queríamos conocer los resultados de las elecciones. Llegamos llenos de cariño, con botellas de agua, linternas, sonrisas y cámaras para documentar lo sucedido. Llegamos en son de paz. Queríamos tener pruebas de la voluntad de los que ahí votamos, ya que en las dos últimas elecciones ese centro que alberga siete Juntas Receptoras de Votos (JRV) no ha sido contabilizado. Si en cada JRV votan 400 personas, estamos hablando de 2,800 votos que simplemente se disuelven como el Alka-Seltzer.

¿Con qué nos encontramos? Con un grupo grande de ciudadanos armados de garrotes, morteros, pasa montañas y ojos llenos de rencor que nos provocaban rondando el parque, pitando en las más de 15 motos y 10 caponeras en las que se movían y en las más de siete camionetas de tina Toyota Hilux que los transportaban. Hasta entonces pensé que no pasarían de provocaciones, no podía ser de otra manera dije para mis adentros.

Llamamos a medios de comunicación a que llegaran a documentar lo ahí sucedido. La Policía Nacional también se acercó. Cuando vimos a los uniformados pensamos que estábamos a salvo, pero qué va. “si vienen corran,” me dijo la comisionada a cargo. “No podemos hacer nada más, corran, apúrense,” agregó.

En medio del calor de la situación, algunos de nosotros nos molestamos y respondimos con gritos. Unos más subidos de tono que otros, pero los gritos eran nuestra única arma en ese momento en la que la impotencia nos invadía.

Cuando la última JRV cerró y sus miembros se subieron al bus, los ciudadanos que nos rondaban se acercaron. Cuando los teníamos como a cinco metros, finalmente la policía actuó y los confrontó. Una funcionaria del gobierno, vecina de nosotros, ante nuestra solicitud, se acercó a persuadirlos. Asombrosamente escucharon y se fueron, no sin tirarnos morteros y gritarnos improperios.

Minutos después también se fue el bus con el material electoral. Se fue lleno de gritos celebrando la victoria de Daniel y con los fiscales del FSLN, PLC y APRE. Se llevaron nuestras boletas, pero no nuestra ilusión, nuestra dignidad y nuestra mirada transparente y valiente. Podrán alterar números, pero no nuestros corazones y ese es el problema y lo que más les duele a esos ciudadanos y a los que los mandan a provocarnos.

Irónicamente, estábamos en un parque llamado Alvaro Avilés, en honor a nuestro vecino que murió en el Servicio Militar Patriótico (SMP), luchando por unos ideales lejanos a los que ellos defienden hoy día.

Yo nunca dudé que Daniel Ortega ganara. Lo tuve claro siempre. Lo respeto y celebro que se respete la voluntad popular. Pero sin violencia, sin prepotencia, sin golpes, sin insultos. Con transparencia.

No debemos olvidar a las miles de personas que han muerto por diferencias ideológicas. Como dice una canción que sonaba en los años 80, cuando yo al igual que muchos de los que ahí estábamos éramos niños de la Asociación de Niños Sandinistas (ANS) “No queremos más héroes que mueran por la paz.”

2 comentarios en “Se llevaron las boletas, pero no nuestra ilusión”

  1. Hija de mi vida! Gracias a Dios, nuestra lucha no fue en vano! Sembramos en terreno fértil, todos ustedes los del barrio, como miles de nicaragüenses lo demostraron el domingo, me hacen estar segura que el relevo está garantizado!!!!
    Bello tu texto y el de Chito! Sinceros y equilibrados, valientes y con mucha cordura! Es un orgullo saber que son nuestros hijos!

  2. Me impacto tu articulo sobre todo el titulo, porque sabes «podrán matar el cuerpo pero no las ideas», creo que ustedes «Sembraron en terreno fértil» y ya lo demostraron. Saludos

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