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Mi Blackberry y yo

Uno de mis amigos me pide “audiencia” cada vez que nos vemos. Antes no lo entendía. ¿Por qué si estamos juntos? Pero claro, yo estoy ahí pero mis ojos siempre están pendientes de la luz roja de mi teléfono inteligente. Y para qué mentir, me mata la curiosidad de saber quién envía el mensaje que salta, quién me llama, qué noticia me darán.

Ayer, mientras manejaba, recibí en el mismo aparato al que hago referencia, un correo electrónico. El asunto del correo era “Hemos perdido el arte de conversar.” Con una mano, lo abrí y seguí leyendo. Casi choco pero seguí, como hago casi siempre, leyendo y manejando al mismo tiempo. El contenido del mensaje  era como ver “la película de mi vida”, adaptando un poco el título de la novela del chileno Alberto Fuguet.

Comencé a repasar mi vida social, familiar y profesional. Y me pregunté, ¿cuántas veces esa luz roja intermitente me ha hecho “salirme” de una plática y revisar quién o qué me escriben? He perdido risas, párrafos, probablemente lágrimas también, me he desconcentrado en una reunión y hasta he perdido, sin querer, la dulzura de mi carácter cuando no debo.  ¿A qué costo? Al costo de llegar hasta ignorar a mi interlocutor.

¿Cuándo fue la última vez que tuve una conversación fluida sin estar pendiente de mi “teléfono”? ¡No lo recuerdo! Entonces me pregunto, ¿es realmente de vida o muerte dedicarle atención a esa pequeñita luz roja que nos asalta insistentemente?

Hace poco viajé por placer, aunque también por trabajo, a varias zonas del país donde el proveedor de mi servicio de telefonía celular no tiene señal y “obligada” no tuve otra opción que considerarme “desconectada”.  Pero fue bueno, eso me permitió conectarme con lo que me tenía ahí. Qué rico disfrutar el paisaje, la conversa con mi gente querida, la comida y ver quizá, lo que no hubiera podido apreciar si hubiese estado conectada.

Con todo esto, no quiero restar méritos a este aparato que tiene un montón de cosas buenas. Profesionalmente, me facilita la vida y me permite hacer un uso eficiente de mi tiempo, responder rápidamente cuando así se requiere y se puede y estar conectada cuando viajo.

Es, además, una forma eficiente y hasta maravillosa de poder conectarse en tiempo real, recibir noticias, administrar las redes sociales y también conectarse con las personas con las que no nos podemos sentar a tomar un café porque están lejos.

Lo que sí quiero hoy, es darle el lugar que se merece. Sí, de verdad que quiero hacerlo, empezando en este momento.  Comenzaré por no sacarlo cuando esté con otras personas, en reuniones, comidas, tardes de café o noches de copas. No le pondré atención cuando vaya manejando y le quitaré su lugar privilegiado en mi mesa de noche, así su luz roja no me “hará ojitos” para que yo, dócilmente como dice un comercial publicitario, me “desconecte, para conectarme.” Voy a intentarlo, seguro que lo logro.

Una respuesta a “Mi Blackberry y yo”

  1. Todo lo que dice es muy cierto. Todas las personas que tienen un blackberry incluido yo nos volvemos adictos pasamos pendiente de los e-mail, msj y de los bbm que nos envian y dejamos de hacer muchas cosas

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